El arte de La aceptación incondicional
Nuestra actitud como predisposición a clasificar nuestras percepciones, está estrechamente relacionada con nues-tras opiniones, valores, creencias, e intereses.
Disponerse a aceptar incondicional-mente supone una actitud abierta y flexible ante la realidad. Una actitud que brota naturalmente en quien sabe que poco sabe, que la vida deviene con ritmos y formas impredecibles.
A eso me dispongo: a lo inédito, lo incierto, que desafía mi propia percepción y comprensión del mundo. Cuanto más obvio y aparentemente conocido, mayor es el reto a mi interés por dejarme afectar por su condición original.
Me encuentro con un otro, distinto, único, inefable, que me invita a transitar sus mundos, sus formas, su mirada y sentires cotidianos. Su realidad me interpela, me convoca a un nivel mayor de comprensión, un salirme de lo conocido de mí misma para sumergirme en lo desconocido que irrumpe con la fuerza de lo diverso.
Me conmueve. Sí, es un «moverse con». Con su sufrimiento, con sus ansias de buscarse aún sin saber por dónde. Con sus esfuerzos por contactar con sí mismo y al mismo tiempo defen-diéndose por miedo a sufrir. Con su potencial, que se expresa al ritmo que la confianza crece y aparece «lo posible».
Es esta una aventura “de ir juntos” a visitar una transformación que acontece en la mutualidad de un vínculo que favorece ser libremente. Atreviéndonos a experimentar una apertura perceptual progresiva, una conciencia más completa, con nuevos elementos, con más y más confianza en los propios recursos que van apareciendo.
La aceptación incondicional, es una puerta hacia lo desconocido de mí misma.
Lo que aparece tal cual es, cuestiona mis categorías preconcebidas: valores…, creencias…, certezas…, y de este modo imperceptible, mi propia actitud se va actualizando.
Dejar de juzgar, deja de ser un esfuerzo volitivo, para transformarse en una posibilidad. Posibilidad de conocerme al volver sobre mí en cada oportunidad que me reconozco movilizada por el encuentro.
Descubriendo lo que no sabía que pervivía anclado en valores no reconocidos, o que han perdido su vigencia.
El encuentro se transforma en una oportunidad de reactualización de mi noción de mí misma, movilizada por la existencia que busca lo mismo.
Somos exploradores en la aventura de ir siendo quienes queremos Ser.