Vivimos en una época en la que la incertidumbre parece haber llegado para quedarse. En este contexto, el miedo aparece en nosotros a veces sutil y silencioso, y otras veces avasallador, recordándonos nuestra vulnerabilidad.
Con frecuencia pensamos que la espiritualidad o la mística trata de temas alejados de nuestra realidad cotidiana, como puede serlo la relación con nuestras emociones. En particular, con el miedo, que es una emoción que todos experimentamos.
El camino del autoconocimiento nos enseña a tener una mirada curiosa y sin juicios sobre nosotros mismos. Así, podemos aprender a relacionarnos con nuestras emociones como con mensajeros que nos traen información sobre nuestro mundo interno. Cuando abrimos ese espacio interior de confianza y aceptación, el miedo deja de ser una sombra paralizante, y su energía se transforma en una oportunidad de crecimiento, fortaleza y sentido.
Esta es una invitación a dejar de ver al miedo como un enemigo para considerarlo como un mensajero en el camino interior.
“Mi amigo el miedo”
Desde hace un rato estoy viendo asomar su cabeza, como si quisiera entrar sin que me dé cuenta. Y me veo tratando de cerrarle la puerta, de no dejarlo entrar. Pero al fin me detengo y se la abro.
Lo saludo, -Hola, ¿qué te trae por aquí?
No me contesta. Me mira con cara asustada. En realidad, él no sabe muy bien por qué ha venido.
Le pregunto, -¿Es porque se acerca el viaje que vamos a hacer?
Me mira medio perdido como diciendo: podría ser…
-Pasá, le digo, sentate, vamos a charlar un rato.
Se sienta delante de mí.
-¿Sabés?, le digo. -Yo sé que siempre estás allí, detrás de esa puerta, medio escondido. Él asiente tímidamente.
-Yo tampoco te quiero ver. Por eso, aunque te estabas anunciando, no te prestaba atención. Quería ignorarte, hacer de cuenta que no apareciste. Lo siento, no lo hice a propósito. Por eso te hice pasar.
También le digo: -Quiero ofrecerte unos minutos, porque sé que necesitás atención. Yo sé que necesitás que te escuche, que te de la oportunidad de darme el mensaje que quieres darme.
Por primera vez habla: -Sí, estoy asustado. Lo del viaje, lo de las 200 personas, lo de la charla en público… me parece mucho, mucho desgaste, mucha energía.
-Sí, tenés razón… ¿y qué más?
-Viajar… otra vez. Me estoy sintiendo incómodo mientras vas preparando las cosas. Tengo malos recuerdos…
-Es cierto, el año pasado fue bastante pesado. Te comprendo. ¿Y qué más?
-Salir de la rutina, comer cosas diferentes, ir y venir, que vuelva a molestar el cuerpo, la cabeza. Todavía se irritan los ojos…
-Es verdad, eso también. ¿Y qué más?
-Esto no es de ahora, pero también me asusta todavía el vacío, la soledad.
-Muy bien, es cierto, pero ahora te asusta menos, ¿no?
-Sí, eso es cierto, me asusta menos, ya me voy acostumbrando…
-¡Eso es! Ya te estás acostumbrando. ¿Viste cómo es? Te vas acostumbrando. Nada es para siempre. Todo va cambiando. ¿Algo más?
-No, creo que por ahora no hay más, dice un poco vacilante.
-Bueno, ya viste que nos vamos acostumbrando y las cosas ya no te asustan tanto. Ya pasamos por momentos como éste y todo fue muy bien, ¿verdad?
-Sí, es cierto, mejor de lo que esperaba… Me sorprendí.
-¡Qué bueno! Y ahora también nos va a ir bien. Nos hemos preparado bastante, hemos previsto todo lo que se podía prever…
-Sí, me sentí muy cómodo la última vez, no me asusté, las cosas fluyeron.
-Exacto, así fue. Hasta te diría que lo disfrutamos, ¿no?
-Cierto…
-Y esta vez también lo vamos a disfrutar… Dale, llorá tranquilo, eso es bueno… Así te vas aflojando.
Secándose las lágrimas dice: -Gracias, no me parecía que era para tanto, pero…
-Así es, tenemos que hablar más seguido. Las cosas se acumulan… Y bueno, el cuerpo -vos sabés- va a hacer lo mejor que pueda para no desregularse, aunque ya sabemos que un poco siempre se desregula. Y no pasa nada grave, él sabe cómo volver. Vamos preparados.
-Sí, es cierto, hasta ahora hemos sobrevivido a cosas mucho peores… Y por primera vez sonríe.
-¿Te sentís mejor?
-Sí, me siento mejor, gracias por darme este tiempo y por escucharme. Y da un profundo suspiro. Parece aliviado.
-Yo te doy las gracias por cuidarme, por estar atento a que no me pase nada malo.
Y él se va.
Es mi amigo el miedo.
La espiritualidad puede abrirnos a la confianza en medio de la incertidumbre
El trabajo interior nos ayuda a relacionarnos con el miedo y la incertidumbre en lugar de eludirlos, negarlos o desesperarnos. A veces le tenemos “miedo” al miedo.
Cuando uno mira de frente lo que le sucede, sin juicios, y simplemente “escucha”, deja de estar en lucha consigo mismo y se abre una puerta hacia nuevas posibilidades. Una energía retenida se libera y podemos avanzar, podemos confiar.
Recorriendo el camino de Cafh he aprendido que el verdadero sostén de mi vida -la única seguridad posible- está en mi propio Ser, y el trabajo interior es el proceso que recorro para acceder a ese espacio íntimo y sagrado.
Conozca más sobre el método de Cafh.



