¿Alguna vez has sentido que la vida te empuja, a veces con suavidad y otras con fuerza, hacia algo que no alcanzas a comprender del todo?
Ese movimiento constante, esa corriente invisible que nos atraviesa y transforma, es el Devenir: el fluir del tiempo que nos invita a crecer, soltar y despertar.
Vivirlo conscientemente puede cambiar nuestra relación con la existencia, convirtiendo cada experiencia — incluso la más dolorosa — en una oportunidad de expansión interior.
El Devenir acompaña al ser humano a lo largo de toda su vida. A veces como un destino, como una sombra oscura y amenazante y otras como una nube que lo envuelve, protectora y esperanzadora como un horizonte que lo invita a llegar. La diferencia está en si tiene o no una visión trascendente de su vida.
A medida que envejecemos el Devenir acelera su influencia porque se acorta el plazo para aceptar a la muerte como parte de la vida. Mientras tanto, desde la juventud, tenemos la posibilidad de elegir cómo recorremos ese camino fascinante que es la vida. O consideramos ese viaje como un castigo por las vicisitudes que se presentan, la sombra amenazante, o las aprovechamos para encontrar un medio de transformación interior que nos permita expandir nuestra consciencia en un proceso continuo que ilumine nuestra existencia.
El despertar que transforma el destino
La herencia ancestral, cultural y biológica marcan el camino si no somos capaces de tomar las riendas de nuestro destino haciendo consciente los pasos que damos, las decisiones que tomamos y la concepción de la vida aceptando, por convicción, el destino trascendente de nuestra alma. Al darnos cuenta, al despertar a esa realidad, necesitamos adherirnos a un método liberador que nos permita recorrer la vida con un horizonte que se expande continuamente mientras aquilatamos los resultados de nuestras experiencias.
No es fácil desapegarse de los logros y de lo alcanzado en cada paso que damos pero, si no lo hacemos, cargamos una pesada mochila que finalmente nos impide seguir experimentando y quedamos estancados en un estado de falso éxito que nos arrumba en un limbo interior como un trasto viejo en un depósito.
El sentido trascendente de la vida, un nuevo destino en el horizonte, se descubre a partir de un momento de lucidez que ilumina repentinamente la mente y el corazón y que se expresa en un espacio interior al que aprendemos a recurrir cada vez que hacemos un acto de introspección.
Ese es el lugar donde, el trabajo de hacer consciente las experiencias de la vida, provocadas, como los ejercicios espirituales, o circunstanciales, como los que enfrentamos por el simple hecho de vivir, nos permite conocernos a nosotros mismos y orientar nuestra existencia por un camino hacia una conciencia más expansiva.
Diálogo con lo divino: la meditación como puente
Una de las herramientas para el autoconocimiento es la meditación, orientada a revelar las facetas de nuestra personalidad que nos condicionan en la forma de actuar, de relacionarnos y de trazar la trayectoria de nuestra vida.
Es un diálogo interior con lo trascendente que actúa como expresión de lo divino y que nos lleva a superar los aspectos limitantes de nuestro ser para con nosotros mismos, los que están cerca nuestro, los que son parte de nuestro pueblo, el mundo y el cosmos.
Ese proceso no tiene fin y nos permite vivir el Devenir en forma consciente identificándonos con cada etapa de la vida como si fuera la única, la última, pero que logramos superar para continuar a la siguiente sabiendo que llegamos con una sabiduría acrecentada y vital. El Devenir deja así de constituir una carga pesada por el paso inexorable del tiempo ya que, poco a poco, nos damos cuenta que estamos inmersos en la esencia de ese tiempo y que la vivencia del presente continuo es liberadora.
Una gota en el océano: el Devenir compartido
El silencio juega un papel fundamental en la percepción del Devenir liberador al abrirnos paso a ese espacio interior que nos permite llegar a encontrar la presencia de lo divino en nosotros mismos. No se trata de ensimismarnos para experimentar un gozo egoísta y personal, sino expandir esa Presencia con sentido de participación a través de una conciencia expansiva y participante, egoente.
Vivir conscientemente el paso del Devenir nos permite, no solo brindar al mundo nuestro proceso de desenvolvimiento, sino también siendo parte del proceso de evolución de la humanidad impulsando su destino trascendente y liberador.
Cuando a la madre Teresa de Calcuta le preguntaron cómo entendía ella su contribución a la humanidad ya que su aporte era como una gota de agua en el océano ella contestó que sin esa gota el océano no estaría completo.
Sumarse a vivir el Devenir en forma consciente es conectarse con el proceso propio de desenvolvimiento y aportar una experiencia liberadora para la humanidad.



