Al amanecer ella se despojó del ropaje que la cubría para sumergir su cuerpo desnudo en las aguas. Nadó hasta lo más obscuro y profundo para luego emerger con silenciosa majestuosidad y sobrevolar las altas montañas con su apariencia entonces de pájaro. Posándose en un nevado pico observó este bello planeta azul hasta el horizonte lejano; después decidió convertirse en nube y a merced de los vientos desplazarse por el cielo. Más liviana que el aire y el pensamiento se convirtió en luz y visitó la Luna y las estrellas.
Ya agotada, de regreso, en la noche vio a los hombres dormidos y supo de sus miedos y penas. Se convirtió en roca para conocerlos un poco más y finalmente volvió a su cuerpo divino y su ropaje de oro.
A veces hacen esto. Hay que estar atento.